1.- Desalientos, desánimos y fracasos
Todo esto nos produce un profundo
dolor, un abatimiento total que nos hace sentir miserables, que no merecemos la
existencia porque no hemos sabido vivir, porque hemos desperdiciado las
oportunidades que nos ha regalado la vida, creemos que todo no tiene salida,
que estamos atrapados en una cueva oscura con una gran roca en la entrada sin
poder escapar, que pende sobre nosotros la pena de muerte, sentimos que estamos
a un paso de ser decapitados, hasta escuchamos la sentencia final, el bullicio
del gentío que espera nuestra ejecución.
No somos nada, creemos que todo está
perdido, sentimos que ya no somos dignos de un poco de compasión, nos sentimos
tan insignificantes que creemos no merecer el más mínimo gesto de
consideración. En tales circunstancias
a veces perdemos la razón y llegamos a conclusiones erróneas que nos hacen
tomar decisiones equivocadas como el hecho de quitarnos la vida o dejarnos
morir en vida, que a veces es lo mismo, creemos que somos merecedores del mas
horrendo castigo y por lo tanto indignos de aunque sea a una mirada compasiva.
Nuestro ser se nos va escapando de
nuestras manos, comenzamos a perder la dignidad y la autoestima, comenzamos a
castigarnos ingiriendo alimentos, bebidas, drogas que nos hacen daño,
comenzamos a hacer cosas descabelladas y peligrosas, nos volvemos temerarios
como demostrando el menosprecio por la vida, o agresivos tratando de maltratar
a quienes nos rodean para despertar así el odio de las otras personas y a veces
llegamos a sentir un poco de satisfacción, o lastima por nosotros mismos, ya que no podemos obtener amor.
Nuestros valores se transforman
en valores patológicos como una negación
a todo lo bueno de la vida y al sentirnos incompetentes de poder apreciar esa belleza,
queremos proceder de forma contraria para destruirlo, para castigarlo y
demostrar que lo bueno no existe, que solamente hay maldad en este mundo.
Miles de gentes caminan por el mundo,
destruidos, secos de corazón, marchitos de amor y tratan de llenar ese vacío
con maldad, con dolor infringiendo daño, y destruyendo las obras de fe, de amor
y esperanza. Pero no creamos que esos
corazones llenos de odio y maldad son detectables a simple vista, pues no, es
al contrario, se nos presentan continuamente transformados en mansas e
inocentes ovejas, pero por dentro llevan en sus venas la sed de venganza, de
destrucción y maldad.
(Libro El Tesoro Interior - En busca de la prosperidad y felicidad - Email: tesorointerior@gmail.com)
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